sábado, 25 de abril de 2009

Mi Primera Escapada

Cuántos ancianos malhumorados insultando al referee y entonces a Antonio Gómez Cuevas le urgió este deseo casi omnipotente de rascarse el testículo derecho. Contrajo el abdomen para despreciar la topografía de su camisa y le abofeteó el olorcito de los bocadillos con masa de hojaldre que solía hacer la Tía Rebeca en la Hacienda. La Susana se los embute regándose el manjar y quizás ella sabía porque sólo así obvió la transparencia de su blusa y seguía tan flaca como siempre. Fue tan breve que ni siquiera hubo tiempo para la nostalgia, pero, con tal mensaje del destino, tuvo que abandonar antes de llegar al pantalón.
- Debo ir al baño.-
- Suerte.-

En el baño no encontró un revólver dentro del inodoro, sino las llaves de la maleta, y esa tarde entendió que sí podía confiarse sonámbulo y qué maravilloso comprendimiento fue ese y qué maravilloso fue comprobar que seguíamos en su billetera. Salió de la trattoría sin jalar la cadena y sólo pudo esconderse diez minutos entre los rostros de los otros antes de que lo atrape el tiroteo. No sentimos todavía culpa alguna por la muerte de Antonio Gómez Cuevas, porque sabemos lo sobrevalorados que son los mártires en nuestra ciudad, porque sabemos que el equipo no jugó mal sino el otro jugó bien, porque sabemos que nuestras preocupaciones serán mucho más graves porque nosotros seremos los libres desde hoydía.