jueves, 27 de agosto de 2009

Opiniones sobre el trato de Intrusos redactadas por los Infiltrados

-Hay una película que se trata de eso.-
-Oh.-
-No tienes una idea lo buena que es.-
-¿No le dejas terminar el relato?-
-Seguro termina igual que la película.-
-¿Cómo?-
-Lo arrojas al arroyo, pero él igual encuentra el camino a casa.-
-Ni cagando. Los murciélagos ya se llevaron sus huellas del sendero y nosotros mismo machamos las llaves. -
-Quizás no vivía en su casa, sino sólo en su hogar.-
-Yo tengo un amigo que dice que uno sólo tiene un hogar una sóla vez, de chico.-
-Este es mi hogar.-
-Pero vos sigues siendo chico.-
-¿Se ahogó en el arroyo?-
-Más o menos. Primero produjo el más innecesario de los escándalos, y tuve que golpearlo.-
-Buena onda.-
-Te escuchó la Gente de Luto?-
-No creo. Y si sí, seguro estaban de mi lado.-
-Por lo menos no estaban del de él.-
-Otra vez las mortales neutralidades del Curado?
-Ja.-
-Y se murió del golpe?-
-No creo q se murió. En lo absoluto.-
-Ah, entonces no le estás copiando a la película.-
-Le hiciste la tumbacocos en medio cráneo y se mantuvo tan parado como siempre.-
-Nah, sí se dio un chapuzón.-
-Y salió del arroyo con otra linda experiencia para el currículo.-
-No te creo.-
-Así no se acaba la película.-
-Ya hemos conversado de la falta de nuevos recursos por parte de los guionistas.-
-Y tu siempre estás a su favor.-
-No entiendo.-
-Yo tampoco. ¿Lo dejaste ir, así como así?-
-Así es.-
-Oh.-
-Harta testosterona.-
-O por lo menos la adecuada.-
-¿Hay testosteronas erróneas?-
-Tienen que haber mejores testosteronas que otras.-
-No le digan nada de esto al Curado, que él si sabe de anatomía.-
-Y sí que sabe.-
-Idiota.-
-¿Por dónde salió el intruso?-
-¿Cómo salió el intruso?-
-¿Por qué vino un intruso?-
-No sé. Le hice el tumbacocos y me retiré, confiado de su hemorragia masiva. No pasaron tres minutos cuando me gritó “yo no soy la palmera de nadie” y me palmeó en la espalda con violencia. Sus dedos hedían a algas y a monedas sin valor. ¿Debía perseguirlo?-
-No.-
-¿De veras dejaste escapar al intruso?-
-Tenía dos opciones, creo. La primera era halar esa ligerísimo ramo de piel que pendía de su cabello y dejar que su cerebro resbale fuera de la cabeza. Su cuerpo entonces se doblaría como los mejores maniquís ante los vientos dentados del norte y su boca permanecería entreabierta de tal forma que ya la estaríamos uando como lapicera, cualesquiera el proceso de votación. Las Gentes de Luto seguro vendrían a interrogarme, pero se ha hablado tanto de mi apellido últimamente que mis parientes sólo podrían agradecer el deshacerme de la escoria DENTRO del cementerio.-
-Como si tuvieras opción.-
-Como si no fueran escoria.-
-La segunda era dejarlo ir. Como sería mi día anual personal del samaritano impredecible, cosería su cabeza con los hilos de la abuela y luego le daría una tarjeta de contacto. Charlaríamos sobre truchas revolcándose en la orilla, sobre la fornicación de las algas aún con las monedas al lado, de las hostias no consagradas que podría comprar con las mismas monedas, que ahora han perdido toda la gana de testificar y bien podrían mantenerse tan al margen como sus comensales. Podría invitarlo a cenar, inclusive.-
-No me digas que lo hiciste.-
-Nah. Ni siquiera le cosí, si sí me dolió la palmada. Se le cicatrizó la calva cuando los malos aires ya rozaban su hemisferio derecho.-
-¿Era mimo o algo así?-
-No creo, pero algún tipo de gimnasia practicaría. No le sobraba sentido del humor, por decirlo así.-
-Es decir, había una tercera opción.-
-No sé si cuenta, esa.-
-Claro que cuenta, si es la más personal de todas.-
-No lo invitaste, verdad?-
-Estaría bien hipócrita.-
-O algo.-
-Sí. Lo mismo pensé. O algo así. En todo caso, yo no tenía por qué alimentar a un enemigo tan obvio.-
-¡Enemigo tan obvio!-
-Yo no soy nadie para criticar la tolerancia, pero no me gustaría que una cosa de estas volviera a pasar.-
-A qué te refieres?-
-El Demonio ya lucha suficiente para que NOSOTROS podamos deleitarnos con sus mandarinas.-
-Todos sabemos que son venenosas.-
-¿Y eso nos detuvo alguna vez?-
-No entiendo.-
-Demonio tiene tres árboles de mandarinas no tan comestibles.-
-Son exquisitas, en serio.-
-La próxima vez que lo encuentres tan cerca de las ramas, le cortas la mano. Nada de chapuzones y vueltos follando con algas.-
-Dónde depositará la mano?-
-Yo traje unas bandejas que dicen “Organ Donor” en la base.-
-Buena canción.-
-¿No es como muy hecha la virtuosa?-
-No.-
-Por qué queremos bandejas con leyenda inscrita?-
-No les gustó la idea?-
-No está como muy masculina.-
-A estas alturas te vas a preocupar de la masculinidad de sus ideas.-
-Lo que yo hablaba: testosteronas no necesariamente malas, pero por lo menos parcialmente defectuosas.-
-Fuck la ornamentación. Está claro que si pones la canasta más simple del planeta con tres hígados adentro, todo el mundo sabrá no sólo que va a donarse a la ciencia, sino que la ciencia está cercana.-
-No quiero una sóla broma sobre el Curado.-
-Ok, ok.-
-¿Se llevó o no se llevó las mandarinas?-
-Yo digo que sí, pero se le reventaron en el bolsillo.
-¿Así acaba la película?-
-No.-
-¿Qué película?-
-Una que es sobre frutas, también-

domingo, 9 de agosto de 2009

Mi Paute me Perturba


Seguir, como subir, como talar pinos en un bosque fosforescente sin que te juzgue nadie, sin que te atropellen furgonetas en los puentes porque te estás durmiendo al otro lado de la calle, sin que el pasado regrese como tremenda infección sino como tan sólo una capa tan sólo comparable con la dermis o la retina, y, al mirar a los montes y a las monturas sólo puedan traducir mensajes de comfort en tus ojos, como si este fuese el único lugar del planeta en el que sea legal tomar una siesta, como si los caimanes del ocio jamás hubiesen considerado visitarte, como si cada vez que tomes aire para seguir adelante lo único que estés haciendo es retornar a este garaje donde tu alma siempre ha permanecido, porque claro, el cuerpo quiere ser libre y conquistar el mundo, pero el espíritu no puede ser más hogareño, y cuando uno le propone salir a, yo que sé, las películas o los tés helados, contrarresta tu gasto de valor con las excusas más obvias, más forzadas, menos cómodas para ambos. Seguir, porque uno no puede basar su vida en cómo se respira, en qué te exige la respirada, en qué te traten de gritar las montañas cuando el resto del paisaje es tan obviamente silente. Digo, si realmente necesitar decir algo, ¿no podías juntarte con otros amigos? Quizás soy siendo injusto con las elevaciones y las cordilleras, quizás sus cuevas y sus grietas y su busca de erosión sea sólo un esfuerzo por comunicarse con nosotros, quizás les atraemos, quizás les gustamos, quizás se babean todas las noches pensando en cómo nos revolcaríamos, aún acompañados, sobre sus girasoles, y la lluvia tan sólo es el proceso samaritano de la Madre Tierra para que no se les acabe la saliva (como el chiste del “Sangaycito, estás babeando/ no importa, tengo más”) y es que la Madre Tierra, sobre todo tolerante, tiene que tener un sentido del humor fenomenal y quizás sea sólo ella la que nos provea estos sueños tan deliciosos, y sí, la sangre de la carne estaba buenísima y las nubes forman las trufas importadas más justificadas, pero en cambio tenemos esta fatiga ajena, como merecida, y cuando semejantes proposiciones corren hacia vos, te digo la plena, uno sólo puede seguir, no necesariamente hacia adelante, pero no dejar que los hechos se apilen porque seguro vas a tener que recogerlos y es mejor irlos desintegrando de a poco, como superficiales, como si de veras pertenecieran a alguien más, pero no, son definitivamente son tuyos y eres vos quién está envejeciendo y es a vos a quién susurra esta voz que no es en lo absoluto angelical para que te pierdas, te botes, te duermas, y quién dijo que dormir no es la forma más sincera de seguir adelante. De seguir, como revivir, como darte cuenta que ya no te importa si te arrojan felinos al pecho con tal que sean del otro sexo, que no te importa renunciar a una conversación sobre los kinks mientras puedas seguir en la hamaca, que incluso puedes trotar alrededor del trampolín si es que te permiten quitarte los zapatos. Estoy viejo, quizás, pero eso es por que sé seguir, y quizás cada día me esté volviendo más sordo pero hoy les escuché a las montañas y cuando les pregunté si había algo que hacer en el pueblo me dijeron que no, que ni cagando, que no se me ocurra regresar a menos que lo que necesite verdaderamente sea una imperturbable paz, arrolladora paz, aterradora paz, alcánzame si puedes, Paz, y me veo huyendo de semejante capital de las siestas fáciles en un automóvil por el que voy a pagar más peaje del que debería, pero te juro, lo pago, lo pago si me mantienen despierto.
No es falta de tinto, Rulos. Te juro que el lugar está embrujado y te juro que no te perdiste de nada.