domingo, 9 de agosto de 2009

Mi Paute me Perturba


Seguir, como subir, como talar pinos en un bosque fosforescente sin que te juzgue nadie, sin que te atropellen furgonetas en los puentes porque te estás durmiendo al otro lado de la calle, sin que el pasado regrese como tremenda infección sino como tan sólo una capa tan sólo comparable con la dermis o la retina, y, al mirar a los montes y a las monturas sólo puedan traducir mensajes de comfort en tus ojos, como si este fuese el único lugar del planeta en el que sea legal tomar una siesta, como si los caimanes del ocio jamás hubiesen considerado visitarte, como si cada vez que tomes aire para seguir adelante lo único que estés haciendo es retornar a este garaje donde tu alma siempre ha permanecido, porque claro, el cuerpo quiere ser libre y conquistar el mundo, pero el espíritu no puede ser más hogareño, y cuando uno le propone salir a, yo que sé, las películas o los tés helados, contrarresta tu gasto de valor con las excusas más obvias, más forzadas, menos cómodas para ambos. Seguir, porque uno no puede basar su vida en cómo se respira, en qué te exige la respirada, en qué te traten de gritar las montañas cuando el resto del paisaje es tan obviamente silente. Digo, si realmente necesitar decir algo, ¿no podías juntarte con otros amigos? Quizás soy siendo injusto con las elevaciones y las cordilleras, quizás sus cuevas y sus grietas y su busca de erosión sea sólo un esfuerzo por comunicarse con nosotros, quizás les atraemos, quizás les gustamos, quizás se babean todas las noches pensando en cómo nos revolcaríamos, aún acompañados, sobre sus girasoles, y la lluvia tan sólo es el proceso samaritano de la Madre Tierra para que no se les acabe la saliva (como el chiste del “Sangaycito, estás babeando/ no importa, tengo más”) y es que la Madre Tierra, sobre todo tolerante, tiene que tener un sentido del humor fenomenal y quizás sea sólo ella la que nos provea estos sueños tan deliciosos, y sí, la sangre de la carne estaba buenísima y las nubes forman las trufas importadas más justificadas, pero en cambio tenemos esta fatiga ajena, como merecida, y cuando semejantes proposiciones corren hacia vos, te digo la plena, uno sólo puede seguir, no necesariamente hacia adelante, pero no dejar que los hechos se apilen porque seguro vas a tener que recogerlos y es mejor irlos desintegrando de a poco, como superficiales, como si de veras pertenecieran a alguien más, pero no, son definitivamente son tuyos y eres vos quién está envejeciendo y es a vos a quién susurra esta voz que no es en lo absoluto angelical para que te pierdas, te botes, te duermas, y quién dijo que dormir no es la forma más sincera de seguir adelante. De seguir, como revivir, como darte cuenta que ya no te importa si te arrojan felinos al pecho con tal que sean del otro sexo, que no te importa renunciar a una conversación sobre los kinks mientras puedas seguir en la hamaca, que incluso puedes trotar alrededor del trampolín si es que te permiten quitarte los zapatos. Estoy viejo, quizás, pero eso es por que sé seguir, y quizás cada día me esté volviendo más sordo pero hoy les escuché a las montañas y cuando les pregunté si había algo que hacer en el pueblo me dijeron que no, que ni cagando, que no se me ocurra regresar a menos que lo que necesite verdaderamente sea una imperturbable paz, arrolladora paz, aterradora paz, alcánzame si puedes, Paz, y me veo huyendo de semejante capital de las siestas fáciles en un automóvil por el que voy a pagar más peaje del que debería, pero te juro, lo pago, lo pago si me mantienen despierto.
No es falta de tinto, Rulos. Te juro que el lugar está embrujado y te juro que no te perdiste de nada.

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