miércoles, 15 de julio de 2009

Agripado.

Me despierto y los Animal Collective se van a Quito el Dos de Noviembre y yo digo "no voy a dejar que esta gripe sea la que me detenga" y me separo de la almohada y el Rulosdechendo fotografía la telaraña de saliva que se extingue por el flash a la madrugada y le pregunto al Rulos qué hace ya despierto a las cinco y media, olvidando su falta de etiqueta conversacional y su vicio de responder preguntas con preguntas y con proposiciones que involucran no a terceros sino a quintos.
- Nidea. Vos?-
Y le cuento de mi paranoia con el recital que la enfermedad me censurará y le ruego que me aparte una entrada y que me acompañe a adelantar el Día de Difuntos.
- Loco, estamos en 14 de junio. ¿Qué dices que padeces?-
- Gripe no más.-
- ?-
- Perdón, estoy con el sentido de urgencia en las nubes estos días. -
- No vienen los Animal Collective, tampoco.-
- ¿Serio?-
- Eso me dijeron.-
- Qué lástima.-
- Así dices.-
- Igual acolita al cementerio, porsiaca.-

Qué me va a acolitar.

Yo sólo conocí a un muerto: Antonio Gómez Cuevas. Mientras tomaba el metro al camposanto me pellizcó este señor asiático de apodo Badaling que tenía restos de arbustos en el titánico bigote y le dije que deje de hacerlo, que eso no es del todo masculino y que si quería resolverlo en serio, le esperaba en el Club de la Marmota a la medianoche del domingo.
-Topas en misa, antecitos.-
Pero Badaling no quería irse, sino contemplarme con la más extranjera de las miradas e inyectarme remordimientos como si mi alma no fuera demasiado Occidental, demasiado vaquera y demasiada llena de osos monocolores y chocolates de verdad. Total y todas esas películas de Morricone construyeron un muro ciertamente dramático pero ciertamente penetrable, y cuando le dije que no iba a sucumbir a una táctica tan poco respetada por los míos, me desplomo sobre el pastor de alemanes, aterrorizado no sólo de la muerte sino de la muerte de Antonio Gómez Cuevas, un tipo que siempre nos sonrió en los portaretratos y nos dio las más amigables bienvenidas al ático, y cuando la Claudia le dejó entrar al Idiota en la casa, le propinó el más mecánico de los cenicerazos.
Necesité de un asiático desaseado para obtener estos comprendimientos, sí, pero cuando los analizo hoy, me suenan míos.

Ahora, no me identifiqué con ellos por completo hasta que me vi frente a esta pila de lodo y ataúdes equivocados, con Antonio Gómez Cuevas desnudo y peludo y por lo menos tan muerto como la última vez que lo vi. Entonces me vino el más genuino deseo de tener a quién rezar y a quién pedir perdón, y aunque la mayoría de mis primos se hubiesen disculpado ante Antonio Gómez Cuevas, estaba bien claro que no importe con qué plan de telefonía cuente para hablar con el más allá, este man no me iba a escuchar una palabra. Eso sí, Antonio Gómez Cuevas sonreía, y como sus cabellos llegaban a los labios, Badaling lo apodó de Tragamechón.
-¿Me esperas un ratito?-

Qué me va a acolitar.

Entonces le cubro a Antonio Gómez Cuevas con la manta que me robé del ferrocarril y le quito los mechones de la boca y el Badaling me dice que lo siente y yo no lo noto sincero hasta que él me paga las bromalias y me costea una de estas empanadas de carne molida que saben todas igual sin importar la receta de la masa. Entonces adherimos una bromalia a cada uña del Antonio, y cuando le volvemos a echar la tierra el aroma tiene un encanto más bien infantil y llegan todos estos Niños de Luto que exclaman “Mira, Mamá, mi Primer Mártir” y todas estas madres solteras que se enamoran de las cicatrices del Antonio y quizás este fue nuestro primer héroe, el de nuestra generación, y qué poco legendarias se ven nuestras palas junto a un muerto tan flamante, tan logrado. Es entonces que me pregunto cuánto pensará en mí Antonio Gómez Cuevas, ahora muerto, y me respondo que sus logros son más bien ególatras, que las llamas que carcomieron las penas de nuestra esclavitud fueron todas colaterales, obstáculos para una gloria más definida y más accesible. Porque Antonio Gómez Cuevas era un populista, un hombre que planeaba mucho las acciones pero nunca las consecuencias y no querría yo, si esta era su meta, arrojarme a su misma tumba sin intención de abrazarlo para madurar una eternidad bajo las mismas palmeras sino para obligarlo a escuchar la fotosíntesis en las malas yerbas. Es la segunda vez que le aculpo al Antonio de mis penurias, de mis libertades: sustantivos tan atractivos y tan magníficos pero nunca benignos, nunca recomfortantes y es que cómo me dijo el Rulos: “nadie quiere ser libertador de un catador de sillones.”
- Yo tampoco creo que fue tan buen hombre.- dijo Badaling, pero en cambio tenemos a todas estas nórdicas que ahora sacan sus billeteras para que desenterremos un poco de este hombre incompleto, correcto, superior a todos nosotros por su falta de juicio; y cómo podrían ser sólo los celos y ahora que recuerdo mi espalda también tengo un par de lacras.
“Feliz Día de los Muertos” le dice la islandesa al Badaling, y ahora que ambos estamos tenemos el rostro lleno de labial y podemos emitir juicios objetivos, tengo todas las ganas de regresar a la alcoba a padecer un catarro como lo merece cualquier hombre libre.

1 comentario:

  1. Hola, estoy enojado con aneta, no me enseñaron a cambiar llantas porque el "profe" se quedo sin llaves de la oficina, y se ve que ahi adentro guardan los x-files sobre cambio de llantas y otros conocimientos sobre mecanica basica.

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