domingo, 8 de febrero de 2009

La Claudia, Toctimizada

- Entonces el I. me dice "podemos ir ahorita", ¿y cómo le digo que no?-
- "Idiota, hoydía te tengo que decir que no." O, una mejor: "No."-
- No le digas así. El no tiene nada que ver con eso.-
- Te juro que mi primo Alberto tampoco quiso llamarse Alberto, si yo mismo no quisiese llamarme Ramón. ¿Te acuerdas de esa prima súper cruel, la Angélica, que me decía que "tranquilo, no es culpa tuya sino de tu madre por embarazarse de vos"? y se me venían estos flashes de mi vieja, llorando por haberme parido, sin poder jugar el baile de las sillas. Idiota es ameba comparado con las conclusiones de la Angélica.-
- No me gusta que te burles de las amebas tampoco. En fin. No le pude decir no. Tenía esta leve inocencia, manchas blancas en las palmas, una herida superficial que le borraba las otras siluetas equívocas de su mejilla derecha, que se la hizo el lunes y parece de toda la vida. De alguna forma ya sabía vivir con ella. Me dice que no me va a doler y que más bien voy a salir toda perfumada y que quizás los pastores alemanes quieran llevarse un trozo de mi pierna, pero que él no les va a dejar.-
- Querías que el Idiota te muerda la pierna.-
- ¿Son tan malignas esas ganas? No lo hubiese pedido, y supongo que no sólo me hubiese sonrojado sino que hasta me hubiese puesta incómoda, le hubiese dicho que en qué estaba pensando y lo más chistoso hubiese sido que-
- ¿Te mordió?-
- No. Es un caballero hasta cuando quiero que no sea tanto. Te lo digo, Ramonín, que a él tampoco le faltaron las ganas después de completar la metáfora, pero más bien hizo otro chiste sobre los perros alemanes. Siempre hace eso el I.: estoy segura que si me quedo una tarde con él abré explorado su visión de toda la humanidad.-
- Qué tipo tan profundo.-
- Es un decir. Serán, de nuevo, sólo siluetas, superficiales, inútiles, las más graciosas de todas, y entonces a nuestro siguiente encuentro tomará esos viejos chistes de la jornada anterior y se disculpará por repetirlos aunque su estructura siga igual de perfecta y entonces, por supuesto, profundizará y claro, hablará mierda también porque también es persona, pero me dará esta frase de vocalización débil que me memorizaré en el camino y quizás me aburra pero me despertaré, quasiluminada, todavía soñando, recién conciente de su brillantez. -
- ¿Cuál fue la frase de hoydía?-
- Allí está el encanto pues. Sigo tan dormida, tan en el limbo, que entiendo que intentar memorizar es tan limitado, tan de-acá, que sólo disfruto. El I. ha estado presente en todas mis pesadillas desde que le conocí.-
- Estás enamorada del Idiota.-
- Estuve, ayer tipo ocho. Justo allí se te pega la cáscara y sientes que los niños quieren arrojarte piedras para quebrarte y que no pueden. Te sientes inquebrantable. Cómo no le voy a querer.-
- ¿Y te decepcionó?-
- Te digo que es un caballero. Pero luego me dijo que era hora y que me tenía que sacar. Sacó sus tenazas de platino que precisamente habían sucedido a los pastores alemanes, y se sacó este relato brutal del tío que trabajaba en las minerías y que ahora estaba en uno de esos sanatorios divertidísimos llenos de mimos invisibles y de alguna forma no identifiqué a su humor como negro en lo absoluto y rompió la cáscara y cuando salí vi los pedazos y olía a sus dedos y tuve un deseo de decirle que le quería, pero entonces hizo otro comentario, brutalmente divertido y como que ya no era oportuno hablar de cosas serias ahorita. Se fue, besándome la mano. Yo me cagué de risa ese rato, queriéndome contener, y él, por buena onda, se me rió también. No me dejó ningún recado esta vez, y cuando salí, me acordé que todas mis primas seguían arriba, y allí sí me sentí sóla. Mis primas, y porque en mi familia se abolieron las sorpresas, siguen tan ordinarias como siempre. En fin: ¿qué hiciste vos anoche?-


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